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Seguir trabajando después de un diagnóstico de cáncer de mama puede ser complicado, a veces el trabajo y el tratamiento son incompatibles. Si consigues compaginarlo, el trabajo te permite mantener una rutina alejada de las preocupaciones propias de la enfermedad. Por otro lado este tipo de cáncer, como cualquier otro supongo, es muy costoso (viajes, pelucas, tratamientos, cremas especiales, ropa…) y ver reducidos los ingresos es una preocupación más.
Aunque no estamos obligadas a informar de la enfermedad en el entorno laboral, es aconsejable hablar con nuestra jefa o jefe o con nuestros colaboradores/as para que conozcan algunos aspectos de nuestra situación actual y valorar cómo conciliar el trabajo con las visitas médicas y el tratamiento.
La mayoría de los artículos y reflexiones que nos encontramos se refieren a las incorporaciones después de un cáncer. Pero son también muchas las mujeres que trabajan voluntaria e involuntariamente durante estos tratamientos. Claro está que nadie debería trabajar de forma involuntaria, aunque siendo sinceros el dinero es en estos casos la razón.
Muchas mujeres tienen dificultades de concentración y cansancio, dificultades físicas tras algunas cirugías y menor tiempo disponible por los viajes y tratamientos. A veces de forma puntual, otras de forma permanente, y por ello es especialmente importante adaptar las tareas y el tiempo de dedicación al momento en el que te encuentres. Indudablemente hay que bajar el ritmo. Con ello puedes evitar el cansancio excesivo, la frustración y las equivocaciones o errores en las actividades laborales.
Existen trabajos en los que no se puede continuar pero en la mayoría tenemos diferentes opciones: re-
adaptación del puesto de trabajo, re-ubicación en otro de la misma empresa, flexibilidad de horario o reducción del mismo, y otras diferentes dependiendo del tipo de trabajo y empresa o sector. Con una negociación adecuada los beneficios para ambas partes son evidentes, sensación de normalidad y actividad, y más productividad, menor absentismo y mayor motivación e implicación en la empresa.
En contrapartida, y si decides y consigues que el mundo te deje trabajar, y además concilias tu vida laboral, social, personal y familiar con la enfermedad; los beneficios personales y psicológicos que reporta merecen la pena. Ahora sí, la pelea social está servida. ¿Dónde quedan los derechos laborales que tenemos? La mayor parte del mundo no entenderá que desees trabajar cuando tienes derecho a no hacerlo.
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