De vez en cuando incluyo en mi blog un cuento para reflexionar. Vienen bien para darnos cuenta donde pueden estar los pequeños detalles, en esta caso, para alcanzar nuestros sueños.
Había una vez un aprendiz de hechicero que deseaba convertirse en el más poderoso de todos los hechiceros. El joven aprendiz deseaba ir a la academia de hechicería más importante del mundo, porque solo allí aprendería todo lo necesario para conseguir su sueño.
Cuando cumplió la edad necesaria para entrar, el joven aprendiz de hechicero se presentó a las pruebas de admisión. La prueba era sencilla: había que convertir un vaso en un colibrí que saliera volando. El hechizo era muy sencillo de hacer, ya que bastaba con una rima y un toque mágico. En este caso, el hechizo era: "Tararí que te ví, sal volando como un colibrí."
Pero nuestro joven amigo tenía un gran problema, porque …¡no sabía pronunciar la letra erre! Los demás aprendices se rieron tanto de sus intentos que se marchó muy triste a su casa pensando que tendría más suerte la próxima vez.
Pero cuando volvió al año siguiente los profesores pusieron la misma prueba: convertir un vaso en un colibrí. El joven hechicero ni lo intentó, y se marchó a su casa pensando en volver al año siguiente.
Y así estuvo año tras año durante mucho tiempo, porque en todas las ocasiones los profesores ponían la misma prueba.
Después de muchos intentos, el joven aprendiz fue a ver a una amiga medio maga medio bruja a ver si ella le podía ayudar.
- ¿Por qué no dejas de engañarte a ti mismo y haces lo que tienes que hacer? -le preguntó ella-. Vas todos los años a la prueba y siempre te piden el mismo hechizo: uno que no puedes hacer porque no sabes pronunciar la erre. ¿Por qué no practicas con la erre? -dijo la maga bruja.
- Es muy difícil -dijo el aprendiz.
- ¡Claro, porque tienes que ser muy perseverante y practicar todos los días!
El joven aprendiz le dio la razón y se fue. Había sido muy perseverante intentándolo durante años, pero no había hecho nada para mejorar.
Durante el año siguiente practicó todos los días el hechizo e hizo todos los ejercicios vocales del mundo hasta que lo consiguió. Y se presentó a la siguiente prueba.
-El aprendiz de hechicero Estoy listo- dijo al llegar-. ¿Dónde está el vaso?
- Ya tenemos muchos colibríes, joven aprendiz- le dijeron-. Si quieres entrar tendrás que convertir todas las hojas secas del jardín en vasos.
- ¡Con lo que me ha costado! -protestó el joven aprendiz.
- Eso está bien-dijeron los profesores-. Esperamos que hayas aprendido la lección. Si quieres lograr tus sueños tendrás que ser perseverante superándote a ti mismo, y no solo esperando la oportunidad que más te convenga.
El joven aprendiz de hechicero convirtió las hojas secas de los árboles del jardín en preciosos vasos de cristal con un hechizo con muchas erres. Desde entonces, no hay obstáculo que le impida avanzar hacia sueño, porque no descansa hasta que lo consigue.
La magia no cumple deseos, la que lo cumple es la perseverancia.
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